sábado, 14 de enero de 2012

Take one



Los blogs me parecían hasta ahora un exceso de narcisismo de los tiempos que corren. No me faltaban argumentos: la realidad virtual en la que vivimos parece resaltar que nuestra individualidad es importante, que cada una de nuestras decisiones son indispensables para el mundo. Podemos personalizar desde el fondo de pantalla del celular hasta los vasos de café de Starbuks, y dar cuenta de cada uno de nuestros movimientos twitteando. Seguro que a nuestros miles de fans les va a encantar saber que estamos cocinando arroz con pollo o que nos vamos a bañar.

Soy más proclive a creer que a medida que nos desdibujamos en la sociedad moderna, consumimos regularmente la ilusión de libertad y de la importancia de nuestra existencia para el desarrollo del mundo. Mientras sopesamos si nos conviene un I Pad o una netbook, los terremotos se llevan casas y los engranajes del tiempo siguen girando. Hemos hecho un trato con la muerte y el azar: olvidar que a todos nos toca. No podemos cambiarle el color, ni comprar un modelo más avanzado. 

Sin embargo, una moneda tiene dos caras: es cierto que somos partículas en el universo, pero a pesar de nuestra insignificancia tenemos nuestra individualidad, y eso es algo grandioso. No sólo elige fondos de pantalla, elige muchas cosas más; elige cosas que no dependen necesariamente de las circunstancias. Podemos ser creativos: inmenso poder, asombrosa capacidad. ¡Crear significa libertad! Así sea esta última un soplo divino, o una condición natural en nosotros, lo que parece evidente es que no viene gratis. La libertad se nutre de la conciencia, y la conciencia le toma siempre la mano a la Belleza y al Dolor. Nietzsche lo describe como la lucha de opuestos entre Apolo y Dionisos; hermosa danza en la que la vida se nutre a sí misma. Se podría decir, entonces, que pensar duele, por un lado, y place por otro. Las dos cosas ocurren simultáneamente, una con la otra, pues no hay una sin la otra.

 En fin, he reconsiderado mi postura acerca de los blogs. Los tiempos modernos con toda su incertidumbre han traido algo muy positivo: el lugar a la diversidad. Creo que los blogs son un lugar donde se puede pensar, donde no hay censura, donde hay posibilidad de ejercer la individualidad, no como producto, sino como un profundo y vital canto a la libertad. Pues bien, me he unido al coro.